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monasterios en Colonia se veneraba al Sagrado Corazón, aunque con representaciones distintas a las
que conocemos; el corazón siempre se presentaba solo, en medio de clavos o con otros instrumentos
de la Pasión o enlazado al corazón de María [5].

Finalmente fueron los escritos de la religiosa Margarita María de Alacoque (1647-1690)
difundidos a finales del siglo XVII, principalmente por los jesuitas, los que dieron forma a los
elementos con que se representa hasta nuestros días al Sagrado Corazón de Jesús; a partir de ese
momento esta devoción “que hasta entonces había sido practicada sobre todo en los ambientes
claustrales, se convirtió en una devoción popular” [6]. No todos aceptaron esta nueva figura de Cristo
pues creían que se rendía culto a una parte del cuerpo humano dejando de lado la divinidad, sin
embargo los jesuitas resistieron estas críticas y después de varias negociaciones con la curia de la
iglesia la fiesta del Sagrado Corazón se incluyó en la liturgia católica el 6 de febrero de 1729 por el
papa Clemente XIII [7].

A partir de este momento la incisiva promoción de este culto por parte de los jesuitas se vio
revitalizada, extendiéndose por todos los territorios donde esta orden tuviera misiones. En la Nueva
España esta devoción se conoció muy pronto, ya para 1732, tan sólo tres años después de la institución
de la fiesta del Sagrado Corazón se difundió un texto del presbítero Juan Antonio de Mora, Devoto
culto que debe dar el Christiano a el Sagrado Corazón de Christo Dios y Hombre… basado en
algunos textos franceses [8].

Más cercano a nuestro pueblo, en la villa de Celaya y en 1737 dos jesuitas celayenses hicieron un
novenario al Corazón de Jesús, esto como parte de algunos ejercicios piadosos que pretendían
contrarrestar una fuerte epidemia de matlazáhuatl (sarampión) [9]. Es importante mencionar que
aunque fueron los jesuitas quienes difundieron de manera especial esta devoción no fueron los únicos,
otras órdenes y el clero secular también pusieron de su parte, así que cuando en 1767 los jesuitas
fueron expulsados de los territorios españoles, lejos de extinguirse la devoción ésta se mantuvo
alentada por los otros religiosos.

En nuestro pueblo, por lo menos desde finales del siglo XIX hay evidencia documental de que
existía una devoción considerablemente fuerte hacia el Sagrado Corazón. En 1896 el arzobispado de
Michoacán, que era la región eclesiástica a la que pertenecía Chamacuero (hoy Comonfort), envió un
cuestionario para saber cuál era la situación de la iglesia en los pueblos de su jurisdicción; una de las
preguntas consistía en saber cuántos templos y capillas había en el pueblo, en la respuesta se menciona
que había tres templos y seis capillas, entre éstas una dedicada al Sagrado Corazón de Jesús [10], lo
cual nos indica que entre la población ya había algunos devotos, bastantes, considerando que ya tenía
una capilla. Desafortunadamente no se ha podido localizar ninguna construcción religiosa dedicada
al Sagrado Corazón, probablemente haya quedado en manos de algún particular o inclusive haya
desaparecido.

Esta muestra de devoción, por medio de una construcción especial para una imagen queda
enmarcada en el periodo de la gran expansión del culto al Sagrado Corazón en México, que se vivió
sobre todo durante las dos últimas décadas del siglo XIX y a principios del siglo XX impulsado
principalmente por algunos obispos que vieron en la figura del Corazón de Jesús la imagen perfecta
para contrarrestar las políticas secularizadoras de los gobiernos liberales mexicanos. Aunado a esto
hay que agregar que durante el Porfiriato, aunque era un gobierno liberal, la iglesia nunca fue atacada
y los católicos tuvieron libertad de realizar sus prácticas devocionales fuera de los templos. Fue
precisamente durante el Porfiriato que los católicos mexicanos se organizaron en asociaciones de
obreros y obreras, de campesinos, de zapateros, de artesanos, es decir, de todas las actividades que

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